-Piensa con cuidado lo que dices, pero nunca digas lo que piensas. Así es como se sobrevive aquí. -Dijo el anciano de los suburbios a su nuevo protegido.
-Pero, si no digo lo que pienso, estaría mintiendo siempre, ¿No? -preguntó el niño pequeño, con sus redondos ojos verdes muy abiertos ante todas las revelaciones del viejo.
-Así es. Pero desgraciadamente vivimos en una sociedad en la que mentir es necesario para sobrevivir. Porque aquí hay gente a la que le gusta que todo sea como ellos quieren, y desgraciadamente ellos mandan e imponen sus normas.
-Pero eso no es justo. -replicó el niño cruzándose de brazos.
-Lo sé, lo sé, pero hay cosas que a veces no se pueden cambiar, simplemente porque no tenemos medios.
-Pues yo encontraré un modo para que cambien.
-¡Jajaja!- rió el viejo ante la valentía del inocente niño. -Aún eres demasiado pequeño como para cambiar algo, ¿no crees?
-Ya creceré, no te preocupes. - terminó con una sonrisa.
Como diría el refrán: "Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras".
ResponderEliminarA veces hay que tener cuidado con lo que uno dice. Salu2